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Inclusión es también sinónimo de salud

La salud implica el completo bienestar de las personas, y un conjunto de determinantes sociales que impactan en el mismo.

Los estudios sobre determinantes sociales en la salud han revelado cómo las marcas de género impactan en el bienestar de las personas y el acceso a los servicios sanitarios. Las mujeres, a quienes se les asigna con mayor frecuencia el papel de cuidadoras del resto de los miembros de la familia, tienden a priorizar la atención hacia los otros y descuidar la propia; mientras que a los hombres se les ha educado en la creencia de que determinados estereotipos, como el consumo de alcohol o el no asistir al médico ante cualquier señal de enfermedad son propios de la masculinidad, y se ponen en riesgo al asumir estas conductas.

¿Qué pasa entonces con las orientaciones sexuales y las identidades de género no heteronormativas? ¿Cómo influyen en la salud de estas poblaciones los estereotipos y la discriminación?

Para la siquiatra Ada Alfonso, uno de los aspectos fundamentales tiene que ver con la calidad del servicio de salud que reciben estas personas. Un estudio llevado a cabo con parejas de mujeres trans, puso en evidencia cómo muchas veces se limitan de acudir a la consulta por temor, pues no siempre en los centros asistenciales les brindan una buena acogida o no están preparados para orientarlos sobre los problemas que tienen.

Según apunta la investigación: hay burlas, no los nombran, no los invitan a pasar…, todo lo cual erosiona la confianza necesaria para compartir cuáles son sus dificultades de salud y recibir el cuidado que requieren.

La socióloga Delia Suárez Socarrás esclarece en ese sentido que los resultados de un estudio que incluyó a 15 muchachas trans mayores de edad vinculadas a TransCuba -Red de personas trans, parejas y familias-, evidenció que entre los obstáculos que estas personas enfrentan para acceder a los servicios de salud sobresale también su carácter centralizado y las dificultades para satisfacer necesidades específicas, propias de esta población.

“Muy pocas acuden a los servicios para resolver malestares sexuales, y en ello tienen un peso importante las experiencias vividas en esos espacios, relacionadas con las concepciones, prejuicios y estereotipos entre las y los prestadores de los servicios de salud”, detalló Suárez Socarrás.

Algo similar ocurre en el caso de las mujeres lesbianas, las cuales, de acuerdo con una indagación realizada por Gisset Suárez Gutiérrez, se sienten incómodas o insatisfechas en los servicios de salud, ya que los prestadores no siempre respetan o escuchan sus ideas y en ocasiones no cuentan con la privacidad para exponer los problemas que presentan.

Las mujeres que accedieron a responder el cuestionario de la investigadora señalaron que era común que los prestadores del servicio asumieran que eran mujeres heterosexuales y que se les indicaran procederes que en algunos casos resultaran invasivos para su sexualidad.

Los prejuicios del personal que labora en los diferentes niveles del sistema sanitario inciden en que las mujeres lesbianas tiendan a ocultar su orientación sexual y a invisibilizar sus prácticas por temor a sentirse rechazadas, lo cual si bien no ocurre de forma explícita, se evidencia en las expresiones no verbales.

El resultado es que en lugar de acudir en busca de los especialistas ante una dolencia, muchas personas de estos grupos optan por consultar a otros miembros del grupo y a asumir tratamientos solo por recomendaciones, sin saber si realmente son los adecuados.

COMPLETO BIENESTAR

Precisamente es en el ámbito de la salud sexual donde más impactan estas determinantes sociales. “Es imposible que una persona se desarrolle de manera exitosa si alguno de los elementos de su vida cotidiana afecta ese desarrollo, y no tiene experiencias basadas en sus derechos”.

En este sentido, resulta una cuestión a seguir desde el sistema de atención primaria el hecho de que con mucha frecuencia las personas en estos grupos inician sus relaciones sexuales antes de los 15 años, sin recibir la orientación adecuada.

Además, en las investigaciones realizadas se ha advertido una baja percepción de riesgo con respecto a las relaciones sexuales sin protección, porque tanto en el grupo de parejas de mujeres trans como en el de las lesbianas, se considera que mantener una relación estable es suficiente y con ello justifican el sostener encuentros sexuales desprotegidos con sus parejas.

Un aspecto muy sensible tiene que ver con el uso de tratamientos hormonales, los cuales muchas veces son asumidos sin la indicación de un facultativo que pueda prescribir la dosis correcta, establecer interacciones y posibles implicaciones para el organismo. Justamente en la investigación con parejas trans se reveló que el uso de estos tratamientos disminuye el deseo sexual en algunas personas y por tanto interfiere en sus relaciones.

El acceso a los servicios de reproducción asistida, mencionó Gisset Suárez, es otra de las insatisfacciones de estos grupos, pues en el caso de las mujeres lesbianas, si desean tener hijos, deben recurrir a las prácticas sexuales ante la inexistencia de un banco de esperma.

Pero la discriminación tiene muchos rostros y no solamente incide en los prejuicios que pueden impedir el acceso a los servicios de salud, que en nuestro país son universales y gratuitos. También tienen implicación en la garantía de una fuente de ingresos, pues en ocasiones se subvalora a las personas de estos grupos o se les juzga de acuerdo con sus preferencias sexuales e identidad de género y no en cuanto a sus capacidades para desempeñar determinadas funciones.

Cuando se limita la posibilidad de obtener un empleo digno, no solo se están reduciendo las vías de ingresos necesarias para crear condiciones adecuadas de alimentación y vivienda, que también tienen relación con el estado de salud de las personas, sino que se crea una condición de exclusión que puede conllevar a conductas como la prostitución, con todos los riesgos que esta entraña desde el punto de vista físico y sicológico para los seres humanos.

La llamada de atención, puntualiza Ada Alfonso, es que cuando estamos pensando en la salud, hablamos del completo bienestar de las personas, y de un conjunto de determinantes sociales que impactan en el mismo.

Significó que, en muchos casos, el estigma, las manifestaciones de discriminación, de abusos, del bullying, están relacionadas con lo que uno parece ser y no con lo que uno es, solo por la forma de hablar, de vestir, etc.

Los antídotos son entonces la sensibilización y la educación, tanto del personal que trabaja en la asistencia como de la sociedad, en el respeto a los derechos de todas las personas y en beneficio de uno de los más sagrados: su salud.

EN CONTEXTO

De la nueva Constitución:

ARTÍCULO 72.La salud pública es un derecho de todas las personas y es responsabilidad del Estado garantizar el acceso, la gratuidad y la calidad de los servicios de atención, protección y recuperación. El Estado, para hacer efectivo este derecho, instituye un sistema de salud a todos los niveles accesible a la población y desarrolla programas de prevención y educación, en los que contribuyen la sociedad y las familias (…)

ARTÍCULO 42. Todas las personas son iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las autoridades y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o territorial, o cualquier otra condición o circunstancia personal que implique distinción lesiva a la dignidad humana. Todas tienen derecho a disfrutar de los mismos espacios públicos y establecimientos de servicios. Asimismo, reciben igual salario por igual trabajo, sin discriminación alguna. La violación del principio de igualdad está proscrita y es sancionada por la ley.

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