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Oftalmóloga desde mucho antes

A principios de año, la doctora Karyna Castro Cárdenas alzó el Premio Anual de Salud en el apartado de investigación aplicada por Ambliopía refractiva en el queratocono pediátrico. Pero su batalla empezó mucho antes.

Al graduarse en la Facultad de Ciencias Médicas Calixto García, en La Habana, Karyna alcanzó por vía directa la especialidad de Oftalmología. Cursó un diplomado de Córnea y Cirugía Refractiva en el Instituto Cubano de Oftalmología (ICO) Ramón Pando Ferrer. Desarrolló su tesis de maestría sobre enfermedades infecciosas en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí. Pero su batalla contra el queratocono empezó mucho antes.

Movida por el amor, emprendió un viaje sin regreso desde la capital hasta Ciego de Ávila. El 14 de febrero de 2011 fue su primer día laboral en el Hospital Provincial General Docente Doctor Antonio Luaces Iraola. En ese mismo año, fue fundada la consulta de ectasias corneales pediátrica y reactivada la actividad de trasplante de córnea. Pero su batalla contra el queratocono empezó mucho antes.

Para entender por qué estudió Oftalmología, por qué se adentró en la investigación y ganó el Premio Anual de Salud 2024 habría que remontarse a su niñez. Karyna recuerda con nitidez la imagen y voz del doctor Miguel Mokey. Recuerda la arquitectura y el olor de aquella consulta en el Hermanos Ameijeiras. Su infancia transcurrió entre las paredes de ese hospital, donde acompañaba a su madre —operada de queratocono— en cada revisión médica, sin imaginar que aquellos pasillos marcarían su destino profesional.

“Cuando empecé la carrera de Medicina solicité la ayudantía de Oftalmología y empecé a ir a consultas y salones en tercer año”, dice. Su historia empezó mucho antes, pero acaso esos son los inicios de un nuevo capítulo que ineludiblemente todavía está sustentado por la ternura de una hija.

Son más de las 2:00 de la tarde. Karyna está sentada en una oficina del Centro Oftalmológico de Ciego de Ávila, después de atender a una veintena de pacientes. Todos los lunes y jueves tiene consultas programadas.

“Tengo relaciones espectaculares con mis pacientes. Siempre digo que, aparte del tratamiento médico, es muy importante la seguridad con que uno les hable y el calor que se les brinde. Cuando más desesperanzados estamos, vale mucho que nos pongan una mano en el hombro”.

Así concluyen sus jornadas laborales, con la paradoja de ofrecer sus potencialidades y tener limitaciones tecnológicas. Su discurso puede parecer edulcorado, pero bien sabe todas las dificultades por las que atraviesa junto a sus pacientes: “Prácticamente, no tenemos equipamiento y no estamos operando desde noviembre. Los antibióticos faltan. No se logran cumplir los protocolos con el rigor necesario. La escasez se torna muy difícil para los pacientes con úlceras corneales, lesiones infecciosas que pueden causar la pérdida del globo ocular”.

Es difícil decirle a una familia: ‘no hay’, se lamenta. “Existen tratamientos quirúrgicos que detienen la progresión del queratocono. El crosslinking, uno de los más innovadores, está avalado, mejora la superficie y retrasa la progresión de los defectos refractivos. Se estuvo implementado en el Pando Ferrer, pero ahora mismo no existe equipamiento ni insumos”.

Su ingenio, en múltiples ocasiones, ha sido el catalizador de logros significativos. Sus estudios obedecen de alguna forma a contrarrestar la crisis: Karyna, junto a un colectivo de especialistas en Oftalmología, bioestadísticos y optometristas, desarrolló una base de datos durante unos 10 años con más de 300 pacientes pediátricos.

“Nos percatamos de que llegaban a la consulta de Oftalmología sin que su miopía o su astigmatismo, por ejemplo, obedeciera a un defecto refractivo habitual en la infancia. Tenían como causa subyacente el queratocono, que produce deterioro visual irreversible y crónico. Si no se piensa y se diagnostica, pasa desapercibido. Empezamos a evaluar pacientes con factores de riesgo importantes y casos subclínicos, o sea, a niños que se les habían hecho diagnósticos de otros padecimientos cuando en realidad padecían de esta patología”.

El solo hecho de la identificación sienta las bases para anticiparse a consecuencias graves. “Hasta los ocho o nueve años es el período crítico de desarrollo visual. Es importante corregir los defectos refractivos en esas edades para evitar la ambliopía —disminución de la capacidad visual sin ninguna alteración la estructura del ojo—”. Seguidamente, el propósito del estudio fue que las alternativas a disposición suplieran las mencionadas carencias.

La técnica de piggyback se consolidó como uno de las más efectivas. “Los lentes de contacto rígidos de gas permeable se emplean para grados uno y dos de la enfermedad. En los grados tres y cuatro no son bien tolerados por los pacientes. Para que tuvieran un uso más extendido tuvimos que recurrir al piggyback (dos lentes superpuestos, con uno blando por debajo) que permite disminuir la incidencia de ambliopía y posponer el trasplante corneal”.

Con el Premio Anual de Salud 2024 se podría asumir que terminarían sus estudios sobre esta patología. Ese reconocimiento, en cambio, sustenta su ambición por continuar hurgando en el tema. “Lo importante sería implementar la investigación: que los pacientes fueran diagnosticados a tiempo, recibieran una atención especializada y tuviéramos los medios para rehabilitarlos. Cuando llegamos a la solución de un problema, surgen interrogantes. Siempre se despierta una pasión nueva dentro de la misma investigación. Es infinito”.

La tesis doctoral que prepara está vinculada a un proyecto territorial que imbrica a los dos hospitales de Ciego de Ávila y la Universidad de Ciencias Médicas de la provincia. Tiene como premisa cambiar la concepción de que para pacientes pediátricos con queratocono el uso de lentes de contacto es la indicación correcta.

“En estadios iniciales, el método efectivo es el espejuelos. Además de que los lentes se asocian en una progresión más rápida del queratocono leve, su manejo puede ser complicado para los niños. Urge lograr un enfoque integrado de las consultas de rehabilitación visual, oftalmopediatría y córnea”, refiere.

Frente a un contexto tan adverso para el sistema de salud cubano, cuando se suscitan nuevas complejidades a diario, el valor de las exploraciones de Karyna radica en el propósito de extender su práctica a todo el territorio nacional.

En un país donde los recursos y las oportunidades están muchas veces centralizados, la realización y el alcance de los proyectos desde una provincia al interior pueden verse limitados. “Si alguien influyó en quien soy como investigadora fue el doctor Aldo Sigler Villanueva, fallecido en la etapa de coronavirus. Me impulsó a entender que siempre hay posibilidades de investigar y de hacer.

“He tenido pleno desarrollo científico e investigativo en esta provincia. Por supuesto, también es cierto que aquí hay investigaciones pidiendo a gritos financiamiento. Muchos talleres y cursos son en La Habana. Mi doctorado cuenta con la tutoría desde el hospital Pando Ferrer. No se puede negar que allá el avance y la tecnología son superiores”.

Junto al propio Sigler Villanueva, Yerani Ferrer Martín, Maikel Roque Morgado y María Eufemia Padrón, la doctora Karyna ganó un Premio Anual de Salud provincial en 2019 gracias al estudio en opción al título de Especialista de Primer Grado en Oftalmología “Valores queratométricos en pacientes de la provincia de Ciego de Ávila”, según reportó la Agencia Cubana de Noticias.

Dosis de constancia y responsabilidad le auguraron su ascenso. Actualmente, es especialista de segundo grado, profesora auxiliar, presidenta del capítulo avileño de la Sociedad Cubana de Oftalmología y vicepresidenta del consejo científico del Hospital Provincial General Docente Doctor Antonio Luaces Iraola.

“Es complicado. Soy mamá de un niño de cinco y otro de 12 años. Son lo primero en mi vida. Lo que más disfruto es jugar con ellos, como si también fuera una niña. Hay que organizarse y establecer un sistema de prioridades, donde nada excluye lo otro. Todo va a la par. Sin la asistencia médica no puedo investigar. Disfruto mucho la docencia. Soy tutora de cuatro residentes que se están formando como oftalmólogos. Son cuatro estudios científicos más. Esas tres esferas no están divorciadas. Mi hobbie es la investigación. Cuando alguien disfruta ver una serie o jugar en el celular, a mí me relaja adelantar mis proyectos”.

La rutina diaria de Karyna arranca a las 3:00 de la mañana. Revisa sus notas en el móvil y adelanta lo primero que tenga en la lista. De inmediato, resuelve tres pendientes: “actualizar la membresía del capítulo avileño de la Sociedad Cubana de Oftalmología”, “revisar un proyecto para presentar en la reunión del consejo científico” y “preparar el expediente para el próximo Premio Anual de Salud”.

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