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HeberFERON en Ciego de Ávila: sensibilidad a flor de piel

Ella creyó, todo el tiempo, que su ¿lunar? en el rostro era una simple añadidura, un minúsculo punto prietuzco fijado a un curtido tabique, un natural grabado en la dermis. Con el “bultico” llevaba décadas y había cogido no pocos solazos a punto de mediodía. Tantos años que ya ni le echaba un ojo. Pero, en el mes de noviembre pasado, aquella “pequeñez” le unió, grandemente, el cielo con la tierra.

Un hilo de sangre, de repente, comenzó a circular nariz abajo, por toda la curva del lateral izquierdo. Apareció, lentamente, la hinchazón y el dolor en la zona, acompañada de una coloración negruzca. También malestares de cabeza, que no eran tan ajenos, pero cobraban fuerza. Mucho saben los espejos de su casa sobre la ¿mancha?

El doctor del Consultorio del Médico de la Familia, Juan Carlos Lazo Barnabé, le indicó examinarse pronto con un dermatólogo, porque exigía una conducta terapéutica. Así, en pocos días, llegó hasta la consulta de Dermatología, en la policlínica de Especialidades, ubicada en el Hospital Provincial Docente Doctor Antonio Luaces Iraola, de Ciego de Ávila.

La experticia de la dermatóloga Dunia Sotolongo, coordinadora del Programa Nacional de Extensión del HeberFERON en la provincia, bastó para saber qué ocurría con el “bultico”. Una dermatoscopia confirmaría la existencia de un carcinoma basocelular, el que sería tratado, fechas después, con ese fármaco, único en el mundo para enfrentar cáncer de piel en células basales y creado por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana. Además, ha sido empleado en el protocolo de actuación contra la COVID-19, con buenos resultados.

Los especialistas declararon los beneficios del tratamiento, sin ocultar que son “¡bravas!” la infiltración perilesional y las reacciones. No era el bisturí el único ni el mejor camino, gracias a la biotecnología cubana. Una cirugía, más allá de los daños sicológicos y estéticos, es reversible, pues, fatalmente, hay ejemplos de operados una y otra vez, en los que el “bichito” resiste como la Hidra de Lerna. En Cuba —y en Ciego de Ávila, desde 2017— se emplea el producto para evitar mutilaciones en la zona de la cara, sobre todo.

Fueron nueve jornadas, entre el 29 de noviembre y el 17 de diciembre pasados. Tres veces en siete días (lunes, miércoles y viernes), durante tres semanas. Tres bulbos se vaciaban en tres (o más) pinchazos alrededor de la lesión, consulta por consulta. Sí, sí, había que pensarlo, de igual forma, tres veces para continuar. Pero, el solo hecho de ver la luz al final del esquema completo, la empujaban a volver, junto con otros 10 pacientes, que se trasladaban desde Majagua, Baraguá, Primero de Enero y varias partes de la ciudad cabecera.

Aplicación por aplicación del medicamento, los nervios andaban a flor de piel, tanto como la sensibilidad. Compartían antihistamínicos, analgésicos, sedantes, jeringas.

Platicaban sobre dolores de cabeza, entumecimiento de manos, temblores, fiebres, mareos, arqueos, vómitos, malestar en el cuerpo… Se daban ánimo, aunque cada sesión era similar a la anterior. Nunca se faltaron y les partía el alma ver salir a un compañero con quejidos, lágrimas y un cacho de algodón tapando la piel. “Queda menos”, hablaban.

Anabel Ramírez López llegó al tercer piso de Especialidades como ayudante de su esposo Yoel, sin saber que ambos terminarían siendo tratados por lo mismo. Al buen ojo de la doctora Dunia no hay piel dañada que escape. Lidia Fernández Avellas fue la que más cerca estuvo del miedo, por una infección en la zona de su lesión, que la llevó a alternar entre la infiltración perilesional e inyección intramuscular, pero alcanzó la meta.

Misleidy era la alborozada del grupo, temerosa siempre de las maniobras que el médico realizaba con la jeringa en el aire y ella sin perder de vista la aguja. Naylan, Tania, Tahimí, la abuelita linda, el señor de Baraguá… Sufrieron ellos una treintena de pinchazos, sintieron vaciárseles en la cara 27 bulbos, superaron el “quiero huir” y transitaron seguros de las manos de otros entendidos en la especialidad, Gabino Aranda, Laura Rivero y la enfermera Mercedes Murray.

Poco a poco, el carcinoma basocelular de la señora (mi madre) que dio entrada a esta historia múltiple, comenzó a disminuir en tamaño. Seguía bembiblanca, porque el constante pinchazo era como sentir roturar la epidermis con un raíl, en vez de la aguja. No obstante, iban teniendo sentido los apretones que daba a los médicos por la cintura, agarrándose de otro cuerpo para sostener el suyo. El “bultico” se allanaba. Desaparecía. Cada bulbo infiltrado en el mismo pedacito, a ráfaga, casi sin tregua, le protegía la fachada.

El HeberFERON le salvó el semblante a los 11 pacientes de turno. Y así, a más de un centenar en cinco años de aplicación aquí. El ejemplo, que sufre los obstáculos del bloqueo de las administraciones estadounidenses a Cuba para resolver insumos médicos y ampliar las producciones, ilustra esta batalla contra un tipo de cáncer, con soberanía biotecnológica, esa misma que tiene al mercado mundial esperando por nuestros bulbos.

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