Un incremento de un 19,8 por ciento en la incidencia del cáncer de mama en Ciego de Ávila enciende las alarmas y llama a la acción.

Que una de cada 12 mujeres pueda desarrollar a lo largo de su vida cáncer de mama, quizás no sea una probabilidad alarmante para las que nos sabemos sanas, pero otras historias podrían contar las mujeres que, por ignorar los síntomas o desconocerlos, han perdido tiempo y llegado tarde a la asistencia médica. Un día cualquiera una protuberancia puede robarnos el sueño, y arrepentirnos por no haber palpado a tiempo o buscado ayuda especializada solo echará más sal a la herida.

En Ciego de Ávila el tema no es nuevo, más bien el debate ha ido en ascenso en los últimos años, lo mismo que este padecimiento, que mostró en 2020 una tasa de incidencia de 39,6 por cada 100 000 mujeres en el país. Sin embargo, aquí las estadísticas son más directas y preocupantes.

Así lo hicieron notar autoridades de Salud al cierre del 2022, al señalar un incremento de un 19,8 por ciento en la incidencia del cáncer de mama en el territorio, número que ha caído con todo su peso en las consultas de clasificación y multidisciplinarias establecidas para el tratamiento de esta afección.

Entre las tipologías más comunes se registran el carcinoma ductal, así como los linfomas y sarcomas en la mama, poco frecuentes y agresivos, lo cual solo viene a confirmar las cifras del Anuario Estadístico de Salud, donde consta que esta es la segunda localización más frecuente de los tumores malignos y la primera causa de mortalidad entre las féminas.

Aun así, el cáncer de mama no es un asunto que interesa solo a las mujeres, aunque seamos nosotras las más afectadas al ser el primer factor de riesgo, justamente, pertenecer al sexo femenino. Los servicios médicos y la familia son otros “daños colaterales” en este proceso, primero por el alto costo, la complejidad de los tratamientos y la necesidad de formación continua de profesionales para la atención de estos casos y, segundo, por las implicaciones afectivas y de cuidado derivadas.

Desde el servicio de Oncología en el Hospital Provincial General Docente Doctor Antonio Luaces Iraola amplían el espectro de riesgos y hablan de antecedentes familiares de la enfermedad, del abuso de anticonceptivos hormonales, de la nuliparidad (no haber parido), de la menarquía temprana, del sedentarismo y del consumo de alcohol y cigarro.

No obstante, el aumento de los casos diagnosticados aquí y la presión que esto implica para el sistema de salud pudiera encontrar asideros en lo dejado de hacer durante los meses más duros de enfrentamiento a la COVID-19, cuando fue necesario suspender varios servicios de salud y pesquisar o auscultar un síntoma respiratorio fue más urgente que practicar un examen de mamas o insistir en el autocuidado.

A esto se suma el déficit de profesionales que, por momentos, aquejó a los Consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia y lo difícil, entonces, de cumplir tareas básicas como la correcta dispensarización en el área de salud de las pacientes de riesgo, practicar el examen con carácter anual y de controlar a través de las consultas de genética sus subgrupos vulnerables.

Cualquier yuxtaposición de estudios y estadísticas encuentra puntos comunes en la prevención, la detección precoz y el tratamiento oportuno y ahí están los resultados globales del Programa de Diagnóstico Precoz de Cáncer de Mama para demostrarlo, al haberse mejorado los índices de supervivencia y emplearse tratamientos poco invasivos.

Que una vez al mes usemos las manos para practicar un autoexamen de mamas y que cada año un especialista nos evalúe no son cuidados en exceso, sino imprescindibles para ganar tiempo en esta carrera de resistencia en la que cada minuto de vida ganado cuenta.