La desnutrición proteicocalórica es una condición patológica inespecífica, sistémica y reversible, resultante de la deficiente utilización de los nutrientes por las células del organismo.(1) Según sus causas, se clasifica en primaria (cuando la ingesta de alimentos es insuficiente), secundaria (si el organismo no utiliza el alimento consumido y se interrumpe el proceso digestivo o absortivo de los nutrientes), y mixta (cuando la unión de las causas anteriores condiciona la desnutrición).(1,2) La evolución de la enfermedad es aguda cuando el peso del paciente es bajo según su talla, y la talla es normal para la edad; y crónica, cuando la talla para la edad está alterada, y el peso es normal en relación a la talla.(1)
La desnutrición proteicocalórica constituye un serio problema de salud en el mundo, particularmente en América Latina; países como Bolivia, Nicaragua y Guatemala presentan altos índices de población con desnutrición.(3) Por su parte, Cuba presenta una tasa de desnutrición infantil de 2,5 %, una de las más bajas del continente.(2)
Esta enfermedad es también una de las principales causas de inmunodeficiencia secundaria,(4,5) ya que afecta numerosos mecanismos de la repuesta inmunológica, entre ellos la barrera cutáneomucosa y la secreción de IgA en pacientes desnutridos.(6) La inmunidad innata se trastorna de igual forma, por disminución de los leucocitos sanguíneos, disrupción en la quimiotaxis y afectación de toda la actividad del sistema, en el cual disminuyen de forma marcada la fracción C3 y la capacidad hemolítica total.(3)
En los pacientes con desnutrición proteicocalórica, la inmunidad adaptativa (particularmente la rama celular) se altera al disminuir el número de linfocitos totales en sangre periférica, y su capacidad linfoproliferativa en respuesta a mitógenos. De ahí la respuesta alterada a las pruebas cutáneas de hipersensibilidad retardada.(7) Esta afección produce atrofia generalizada de los tejidos linfoides, lo que afecta de forma grave el bazo, las amígdalas, las placas de Peyer y los ganglios linfáticos, con disminución del tamaño y peso del timo,(8) así como atrofia específica en áreas de los linfocitos T.(7)
Los nutrientes, como las vitaminas hidrosolubles B6, ácido fólico, B12 y C, ejercen un importante papel en el desarrollo y preservación del sistema inmune. Las vitaminas liposolubles A, D y E, por su parte, participan en la diferenciación del tejido epitelial y estimulan la producción de leucocitos. La respuesta inmune celular y la producción de anticuerpos disminuyen, fundamentalmente, debido a las deficiencias vitamínicas.(8)
Los oligoelementos selenio y zinc participan en el mantenimiento de la actividad oxidante de las células.(9) Su deficiencia provoca disminución de la respuesta inmune celular, y del mecanismo de citotoxicidad celular dependiente de anticuerpos, además de acelerar la involución tímica. Las deficiencias de aminoácidos disminuyen la síntesis de anticuerpos, y tienen efectos nocivos sobre los tejidos linfoides.(8) En este sentido, cualquier alteración nutricional que afecte el sistema inmune, predispone a la aparición de infecciones graves y frecuentes en pacientes desnutridos.(6)
En los últimos años ha aumentado el número de niños con desnutrición proteicocalórica ingresados en la sala de recuperación nutricional del Hospital General Provincial “Dr. Antonio Luaces Iraola” de Ciego de Ávila. También se ha observado, en estos pacientes, la aparición y gravedad de enfermedades infecciosas asociadas a su condición.
Ello fundamenta la presente investigación, realizada con el objetivo de describir algunas variables clínicas y de laboratorio en menores de cinco años de edad con desnutrición proteicocalórica.
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