En diciembre de 2019 en Wuhan, China, aparecieron decenas de casos de neumonía de causas desconocidas. Los principales síntomas que presentaron los enfermos fueron fiebre, fatiga, tos y dificultades respiratorias en un corto período de tiempo.(1,2) Su agente causal se identificó rápidamente como un nuevo coronavirus, posteriormente confirmado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La OMS nombró al virus 2019-nCoV, y el Comité Internacional de Taxonomía de Virus (ICTV, por sus siglas en inglés) lo denominó SARS-Cov-2. La neumonía causada por la infección viral se llamó nueva neumonía por coronavirus COVID-19 (coronavirus disease 2019, en inglés).(3) A inicios de marzo de 2020 fue declarada pandemia por la OMS, pero aún no se podía prever la magnitud de los daños humanos, económicos y sociales que traería la expansión de la enfermedad.(4,5)
La situación vivida en el mundo a raíz de la aparición del nuevo coronavirus quedará en la historia como una de las pandemias más grandes de los últimos 100 años. Tantas pérdidas de vidas humanas dejan huellas de gran repercusión psicológica por la incertidumbre vivida. Este es otro elemento impactante que conllevará cambios en los estilos de vidas futuros, cuando la pandemia sea controlada.(6,7) Los países afectados han aumentado por días, con millones de casos positivos a la enfermedad y cientos de miles de fallecidos.(8)
Este nuevo virus, como otros de la familia coronavirus,(9,10) causa diversas manifestaciones clínicas, que varían desde el resfriado común hasta cuadros de neumonía grave con síndrome de dificultad respiratoria, choque séptico y fallo multiorgánico. La mayoría de los enfermos presentan cuadros leves,(11) y es elevado el número de personas asintomáticas positivas al virus.
La letalidad aproximada de esta enfermedad, unida a otros factores determinantes, es de 5,7 % en las Américas y 7,08 % a nivel mundial, con un período de incubación de uno a 14 días, y transmisibilidad hasta 14 días después de desaparecidos los síntomas.(12,13) Se ha demostrado científicamente que la COVID-19 se transmite de tres formas fundamentales: contacto directo o indirecto, en gotículas, y en forma de aerosol; estas vías de transmisión son complejas y dependen de múltiples factores.(14)
El 11 de marzo de 2020 se confirmaron los primeros casos de la enfermedad en Cuba: tres turistas de la región italiana de Lombardía, que fueron hospitalizados de manera inmediata.(15) En ese mismo mes, en el país se implementaron medidas de respuesta a la situación epidemiológica. En ellas se prestó especial atención a los grupos de la población más vulnerables (adultos mayores, asistidos sociales y enfermos mentales, entre otros).
Una de las formas más eficaces para evitar esta enfermedad es el autocuidado.(16) En la teoría del déficit de autocuidado –enunciada por Dorothea Elizabeth Orem–, el autocuidado se define como una función humana reguladora que debe aplicar cada individuo, de forma deliberada, con el fin de mantener su vida y su estado de salud, desarrollo y bienestar; por tanto, es un sistema de acciones.(17)
En este sentido, los autores consideran que la situación epidemiológica actual entraña nuevos retos asistenciales e investigativos para el personal de salud de los hospitales psiquiátricos. Ello, debido al papel que desempeñan dentro de los centros hospitalarios de este tipo, y la necesidad de sustentar las prácticas de salud enfocadas al cuidado de los individuos para que disfruten de una vida saludable y feliz.
En el mundo, una de cada cuatro personas padece alguna enfermedad mental a lo largo de su vida, mientras que unos 450 millones sufren afecciones de este tipo. Las enfermedades mentales representan 40 % de las crónicas no transmisibles y su repercusión sobre la calidad de vida de las personas afectadas es mayor que en los casos de diabetes y afecciones cardíacas. Para el año 2020 se estimó que la depresión sería la primera causa de enfermedad en el mundo desarrollado.(18)
En la actualidad la dinámica generada por la pandemia de COVID-19 en las instituciones de salud se ha modificado sustancialmente. Por ello se necesitan cambios, de cara al futuro, en las acciones de asistencia médica en los hospitales psiquiátricos. Es pertinente señalar que, dada la incertidumbre que afrontan los profesionales en los ámbitos biológico, clínico y epidemiológico, la respuesta ante esta amenaza debe contemplar medidas y temporización diferentes.
Los pacientes con trastornos mentales graves hospitalizados están dentro de las poblaciones de alto riesgo ante esta pandemia. Las propias características de sus enfermedades de base y el deterioro cognitivo que padecen, generalmente les ocasionan deterioro y pérdida de los hábitos higiénicos adecuados. Ello implica que sus sistemas inmunes debilitarse y, por ende, sean más susceptibles a contraer la COVID-19. Por ello es importante brindarles la información actualizada necesaria, de forma sencilla, para que se protejan ante esta peligrosa enfermedad.
Respecto a la COVID-19 se ha comprobado que, aunque se mantengan los cuidados adecuados para evitarla, el contagio es posible. En el caso de los enfermos psiquiátricos hospitalizados, su comprensión del peligro de la pandemia se logra con acciones individualizadas. Esto es importante en los que pueden actuar de forma responsable; sin embargo, en aquellos con deterioro cognitivo conductual su vulnerabilidad es elevada.
La implicación proactiva del paciente es fundamental para que la intervención educativa sea creativa y parta de sus prioridades e intereses; de este modo, puede aceptar y cumplir las recomendaciones médicas. Ello se corresponde con la tendencia hacia la humanización de la medicina, que debe aplicarse en todos los niveles de atención a la salud. En este sentido, el personal sanitario de los hospitales psiquiátricos se encuentra en un escenario idóneo para establecer un vínculo interpersonal terapéutico con el paciente, que conlleve su empoderamiento como principal responsable de su propia salud.(19,20)
El objetivo de la presente investigación es implementar una intervención educativa para fomentar el autocuidado frente a la COVID-19 en los enfermos psiquiátricos hospitalizados.
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