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Manos que llevan vida

Han trascurrido más de tres décadas desde que Maritza González debutó en el Laboratorio Clínico del Banco Provincial de Sangre de Ciego de Ávila, allí comparte junto a su otra familia y procesa la sangre que luego llegará a quien la necesite.

Investiga con la misma pasión que pone en cada empeño como laboratorista, tanto es así que confiesa que no se imagina haciendo otra cosa que la labor en la que han transcurrido 32 de sus 54 años de vida.

Tal pareciera que el afecto comenzó a brotar con la graduación como técnico medio de Laboratorio Clínico, allá por 1987, como si ese sentimiento le fuera entregado junto con el título.

Y se antoja ya lejano aquel 1990 en que Maritza González Hernández comenzó a trabajar en el Laboratorio Clínico del Banco Provincial de Sangre Doctor Garnier Hernández, de Ciego de Ávila.

Hoy ella atiende el área de Inmunohematología, una de las cuatro (Serología, Laboratorio Clínico y Control de la Calidad, son las otras) con que cuenta este local, aunque me asegura “cuando falta una de nosotras, las demás nos encargamos de cubrir su tarea”.

Y nosotras tienen nombre: Elena, Maribel y Dunia, quienes “trabajamos juntas hace más de 15 años, nos llevamos muy bien, somos parte de una familia”.

Graduada desde 2010 como Licenciada en Laboratorio Clínico en la facultad de Ciencias Médicas de Ciego de Ávila, Maritza cuenta que lo mismo tiene que laborar con 30, 40 o 50 donaciones diarias, en dependencia de las extracciones que se realizan en el Banco Provincial, como en los móviles que se sitúan en diversos puntos, que pueden ser hasta tres.

Las manos de Maritza reciben la sangre que llega para ser analizada en el Laboratorio. “De cada donante nos traen dos tubos de sangre. Mi primera tarea es pasarla por la centrifuga y de ahí salen las muestras, incluidas las que yo proceso, que tienen distintos destinos en dependencia de las pruebas a realizar, siempre dentro de nuestro centro”.

Su trabajo principal consiste en realizar el tipaje (procedimiento para la determinación del grupo sanguíneo ABO celular) y el contratipaje (procedimiento para la determinación de grupo sanguíneo ABO sérico) de todas las donaciones que se procesan en el Banco Provincial de Sangre.

“Así comprobamos en dos ocasiones el grupo sanguíneo, lo cual es importante para que no haya ningún margen de error en el uso de las transfusiones”.

Maritza también es la encargada de hacer las pruebas de Coombs, que son las que se les hace a las embarazadas que tienen RH negativo, importantes porque “son para prevenir un posible conflicto RH o incompatibilidad materno fetal si el padre es RH positivo”.

Tales investigaciones que ella realiza completan los estudios a las gestantes con estas características. “Según los resultados de este proceder se determina la dosis de la vacuna AntiD a administrar a la embarazada”, aclara.

Su sensibilidad hizo que lleve más de 20 años como donante. “Tengo más de 100 donaciones, comencé donando plasma y ahora estoy activa en el programa de plaquetoféresis.”

Solo tres años estuvo distante de la que puede considerar su segunda casa: en el 2011 comenzó a cumplir misión internacionalista en la hermana República Bolivariana de Venezuela, donde trabajó en el CDI SEFAR, en Caracas, en un laboratorio en el que realizaba todo tipo de pruebas.

Junto a ella, durante el último año y medio de misión, trabajó su hija mayor, Lianet, recién graduada como doctora: “Fue para mí una dicha enorme, verla desempeñarse desde los primeros días con casos difíciles, graves, y poder acompañar su desempeño inicial como médico en otro país”.

Reconoce el apoyo que ha tenido de su mamá Nereyda, de Jorge Luis, con quien está casada desde el 9 de septiembre de 1990; orgullosa también de su hijo Camilo y “chocha” con Camila, la nieta de dos años que “es inteligente, ocurrente, como lo son los niños de su edad”.

Quizás si no fuera laboratorista fuera una consumada peluquera, pues también adora pelar, peinar, dar tintes, casi tanto como a las plantas, en especial las que tienen flores, y sus preferidas son las orquídeas, de las que tiene en su casa blancas, amarillas, malvas…

Esta mujer alegre, que según ella lo único que ha hecho es cumplir con las tareas que le han encomendado, confiesa que es amante de las fiestas, de bailar y de ver las telenovelas turcas.

Es una avileña, una cubana, que con su accionar de mujer de ciencia cada día pone de su parte para que las donaciones lleguen seguras a los pacientes, para prevenir problemas a las embarazadas, para llevar vida en sus manos.

 

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